El Santos ha resucitado de sus cenizas cual ave fénix. Ha sido el renacer de un grande, un equipo histórico que necesitaba ganar la copa
para dar un puñetazo sobre la mesa y volver a imponerse de nuevo.
El partido frente al Peñarol fue en sus primeros minutos un partido muy igualado(recordemos el 0-0 de la ida), un duelo trabado en la medular aunque dominado casi todo el tiempo por el equipo local. La primera ocasión clara del Santos fue un trallazo de Elano desde fuera del área que paró bastante seguro Sebastián Sosa, y el resto de balones que recibían de espaldas las estrellas del Santos, Neymar y Ganso que no supieron definir.
El Peñarol tuvo sus contadas ocasiones.Alejandro Martinuccio, que es uno de los cracks mas desequilibrantes del Peñarol, estaba también mucho más activo y participativo al bajar a ayudar a defender, a crear juego y ocasiones con los pocos compañeros que pasaban del medio campo. Sin embargo, el equipo uruguayo regaló bastantes balones parados. El más claro un libre directo que lanzó Elano en el minuto 45, y que paró Sosa a mano cambiada a regañadientes. No era más que un aviso de lo que estaba por llegar.
En el descanso el Santos espabiló ofensivamente, cosa que el Peñarol no hizo, y en el segundo minuto de la segunda parte Arouca, el mejor jugador de la ida y de lo que llevaban de vuelta, se abrió camino a través de la medular y, tras una gran carrera cedió el balón a Neymar, que engancho tal chut que dobló las manos de Sosa.
El equipo uruguayo reaccionó como no debía. Con la moral hundida solo hacían faltas innecesarias que bien podrían haber hecho quedarse con dos menos. El árbitro, quizá por daltonismo o miopía, no vio nada. La famosa garra charrúa se excedía en cuanto a frecuencia magnitud. El Santos se lo tomó como un reto y, en el minuto 69, Danilo subió por la banda derecha, se fue de un rival y lanzo un remate imposible para el portero de los uruguayos.
En el minuto 80 el Peñarol sumó un tanto debido a un error del propio Santos. Durval desvió un centro que iba rumbo al corazón del área y descolocó a Rafael.Todavía había oportunidad de recurrir a la épica, pero ni un estímulo hizo despertar del sueño al Peñarol, ya que no tuvo ni una oportunidad de gol tras el 2-1. El pitido final vino acompañado de gritos y peleas. El final del partido vino acompañado de una tangana entre los dos equipos, incluyendo sus respectivas hinchadas, algo vergonzoso para el fútbol en sí, y sobre todo por tratarse de una final de la Copa Libertadores...